La Tiranía de la Constitución

 (Repetición del Editorial del Jueves 14 de abril de 2011)

Cuando se habla de falta de liderazgos en el país, lo que indudablemente es una realidad, nos olvidamos de que las naciones que han progresado significativamente en lo social, económico y cultural, lo lograron, cuidando celosamente sus instituciones; no han necesitado de caudillos o personajes mesiánicos, los que a corto o largo plazo se transforman en peligros para la democracia. Esto sucedió en el transcurso del convulsionado Siglo XX, cuando en Europa se encaramaron al poder un Benito Mussolini en Italia y un Adolfo Hitler en Alemania, precipitando una tragedia sin igual en la historia de la humanidad.  En España, tras una cruenta guerra civil, y en la misma línea con los nombrados, asumió como Caudillo de España por la Gracia de Dios, según el título oficial, Francisco Franco Bahamonde, que gobernó durante 39 años.  

No mencionemos a nuestro continente para no alargar la historia, donde personajes del Siglo XIX, como López de Santa Anna en México, Agustín Gamarra en el Perú, Rodríguez de Francia en el Paraguay y Juan Manuel de Rosas en nuestro país, son bien demostrativos de la adicción de nuestros pueblos a los gobiernos fuertes. También el Siglo XX fue testigo de gobiernos autoritarios de fuerte signo populista, en todo Latinoamérica. Pero reitero, no es nuestra intención hablar de ellos en esta nota, sino destacar que lo que realmente necesitamos los argentinos es una dictadura, pero sólo la de la Constitución y sus Leyes.  

Nuestra sabia Carta Magna, que, tras la consolidación de la unidad nacional, fue nuestro único proyecto, posibilitó un despegue prodigioso del país. En solo cuatro décadas de vigencia, Argentina llegó a ocupar un sitial de honor entre las naciones más avanzadas del planeta. Respetábamos su letra y su espíritu, aun cuando no estaban dadas las condiciones, para cumplir a rajatablas sus postulados, sin duda, porque muchos de ellos todavía eran simples aspiraciones.

Pero el prometedor andar se detuvo. El impulso inicial fue perdiendo fuerza a medida que nos alejábamos del marco de sus institutos, hasta desviarnos por completo.  Y así estamos hoy, frustrados, y sin saber qué rumbo tomar; inmersos en desacuerdos de todo tipo; una nación fracturada, poblada de enfrentamientos estériles, rodeados de personajes que están convencidos de su imprescindibilidad y que hacen caso omiso de las leyes que regulan el ejercicio de poder; avanzamos sí, pero con pasos espasmódicos, en un ir y devenir ondulante, con ciertas nostalgias del pasado y poca fe en el futuro.

Cuando todo está sumido en un océano de confusión, el único Faro que disponemos es el de nuestra Ley Suprema, aún cuando a los que ejercen el poder no les venga bien.  Claro está que no les puede venir bien, cuando les exige el cumplimiento de algunas condiciones básicas como la plena vigencia del régimen republicano; que sea el Congreso el único órgano legislativo y no el Poder Ejecutivo; que asegure una justicia independiente.  Que garantice el federalismo para que las provincias puedan disponer de los recursos coparticipables y éstos no se transformen en una compensación por favores políticos recibidos; que la seguridad de los ciudadanos, la salud y la educación tengan absoluta prioridad en las políticas de gobierno.

Nuestro comprovinciano Juan Bautista Alberdi, padre de nuestra Constitución, no solo redactó "Las Bases", libro de cabecera de los Constituyentes de 1853, sino también un texto aclaratorio y ampliatorio "Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina,  según su Constitución de 1853"  El lúcido Alberdi señala los tres elementos que hacen a la formación de riquezas son  1° Las fuerzas o agentes productores, que son el trabajo, la tierra y el capital.  2° El modo de aplicación de esas fuerzas, que tienen tres fases, la agricultura, el comercio y la industria fabril.  3° Y, por fin, los productos de la aplicación de esas fuerza;  y a continuación se formula la siguiente pregunta: en el interés de la sociedad, ¿vale más la libertad que la regla, o es más fecunda la regla que la libertad?[i]
En un país colmado de leyes y normas regulatorias, que dejan muy estrecho resquicio para la libertad, bien valdría que nuestros políticos y funcionarios se nutrieran mejor del pensamiento alberdiano. Tenemos la suerte de que desde el pasado el tucumano nos dé claras pautas de la esencia de nuestra Constitución, que es la única tirana que podemos aceptar.



[i] J.B. Alberdi "Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina, según su Constitución de 1853"  Introducción 


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